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Nazareth (Capítulo Nueve: Estupideces de Cristina)
Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 17
Tres días han pasado y seguimos con el agua fría en la ducha, Gabriel y Deborah optaron por calentar agua en ollas y bañarse como si fuésemos víctimas de la pobreza extrema, a esto hemos caído, a calentar agua en ollas, yo también lo he hecho, pero apelo a que Alejandro demuestre su lado varonil y se decida a aceptar que el problema no es la instalación eléctrica de la casa, el problema es que en esta familia carecemos de un hombre que se haga cargo de sus deberes.
"Tenemos que hacer algo con ella, está terrible, yo creo que va a volver con él” así de lapidario era el mensaje que acababa de escribirme Angélica.
Cristina no daba trazos de componerse, estaba como en trance, casi no comía, se despertaba cuatro o cinco veces por noche, lloraba antes de acostarse. Para alguien que tenía dos meses de embarazo, estaba cadavérica, translúcida, no había que hacer mucho esfuerzo para mirar a través de ella. Así entró a la floristería, tambaleando, irreconocible. Angélica estaba en el baño, cuando la vio se apretó los cachetes con tristeza y soltó el saludo.
- ¡Ay, amiga! - la otra estaba seria - ahora sí vas a irte con San Pedrito.
- Ese bebé no va a nacer con buen peso si sigues sin comer - añadí.
Cristina tomó asiento, puso su bolso junto a un ramo de rosas, sacó su teléfono y comenzó a leer "te extraño, ojalá hubiese sabido aprovechar mejor el tiempo juntos, pero, sabes... Segundas partes siempre son buenas".
- ¿Cuándo te escribió eso, ese desgraciado? - pregunté con ira.
- En realidad - y comenzó a llorar - yo se lo escribí y no me respondió - Angélica y yo estábamos incrédulas.
- Nazareth, lo ama - Angélica también estaba a punto de llorar.
Yo parecía la madre de estas dos mujeres, siempre ha sido así. Y cuando estaba por gritarle sus verdades a Cristina, vomitó en medio piso, con la suerte de que al vomitar no pringó ninguna flor. Ahogué un grito de terror ante semejante espectáculo, mientras que Angélica se agarraba con fuerza a la pared en un intento de que los desechos de Cristina no llegaran donde ella, había fallado... La punta de su zapato izquierdo tenía una mancha amarillenta de aquellos asquerosos residuos.
Sabe Dios lo que pasó en aquel momento por la cabeza de Angélica, pero al ver la baba en su zapato corrió al baño, se quitó el zapato y lo lavó mientras blasfemaba contra Cristina. Menos mal que Lucrecia no llegó a la floristería para ver eso. Más tarde, cuando por fin llegó a cubrirme, el piso estaba inmaculado, el local completamente limpio y no quedaba ni un rastro de lo acontecido.
- ¿Pasaste desinfectante?
- Sí, tuve un tiempo y quise limpiar.
Al salir pude respirar tranquila, Dios me había puesto a prueba y sobreviví para contarlo. Bien por mí.
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