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  1. [​IMG]

    V
    olcados a las calles muy temprano,
    hurgando en basurales de la vida,
    en busca de algún pan, de algún hermano
    de la niñez perdida.
    Sin zapatos que amainen los hirientes
    peñascos del camino;
    ¿se ven cual delincuentes
    los niños sin hogar y sin destino
    tan solo por saciarse en los despojos
    o por ver tu reflejo
    quebrado ante el espejo
    de sus ojitos rojos?
    ¡Maldita realidad, cruel, descarnada!
    Hoy viven lo que antaño yo viví,
    ¡hoy viven de la nada!,
    hoy sufren lo que allende yo sufrí
    y vagan por el mismo derrotero
    que recordar no quiero.
    La noche volverá con sus cartones
    de aceras malolientes y herrumbrosas,
    con sueños en menguante;
    y harán de hojas de diarios, edredones,
    de piedra harán almohadas cascajosas
    y cuando el sol levante
    alguien verá a través de su ignorancia
    y cascará vestigios de una infancia
    que afea la ciudad
    y muestra el rostro oculto y tremebundo
    de nuestra sociedad,
    de la maldad del mundo.
    Algunos morirán en los abrojos
    otros serán los hombres que mañana,
    impávidos, verán tras la ventana
    el paso tremulante de estos niños
    con los ojitos rojos.
    A malco le gusta esto.
  2. (Capítulo 1)
    EL INICIO DE LA HISTORIA

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    Acababa de regresar de un viaje al extranjero, aunque no era amante de los largos viajes, este lo había realizado apremiado por las circunstancias: un desempleo auto infligido, un reciente divorcio y esa necesidad absurda de olvidar, al menos, los últimos quince años de su vida, alejarse de todo, no ver por un tiempo las mismas caras que conformaban ese pasado del que quería huir. Parece que en buena medida algo de ello había logrado.
    De nuevo en su tierra, otra vez las mismas caras, la misma gente y los mismos recuerdos. ¿Qué hacer ahora?, es necesario —piensa— comenzar desde cero, y eso se propone, con sus cuarenta y tantos años a cuestas eso se propone.
    Inicia otro viaje, esta vez mucho más corto, tan solo unas decenas de kilómetros a la ciudad de sus hermanos, el motivo: buscar el automóvil que meses antes había dejado allí, el único bien material que le quedaba luego de quince años de trabajo e igual cantidad de años de matrimonio, "al menos —solía decir— algo me ha quedado".
    El recibimiento es el esperado. Siendo el menor de los hermanos gozaba de un profundo afecto protector, a pesar de su edad, le veían como un niño, en este caso un niño abandonado y solitario, ese niño que recién acababa de perderlo todo, excepto ese automóvil que añoraba volver a conducir por las avenidas oscuras de su soledad.
    Un grato reencuentro con la familia, una botella de buen whisky y unas cervezas, las mejores en comparación con las tantas que había tomado en las consuetudinarias noches de farra en el transcurso de su viaje a la ausencia; ¡y ella!, la amiga de su familia; ella, que estaba allí igual que él, de visita; ella, la que tanto le atraía pero que respetaba por ser una mujer casada; ella, la misma que a pesar de haber cruzado alguna que otra mirada pícara en el pasado, entendía como un imposible siquiera insinuarle algo del deseo de pecar que le provocaba, allí estaba, ¡ella!
    El destino, confabulado con la providencia había hecho posible este inesperado reencuentro después de tanto tiempo. Tantos kilómetros, tanta tierra y tanto mar se reducían hoy a unos pocos metros. Esta vez ya todo era distinto, mucho había cambiado; ambos divorciados, necesitados de amor y dispuestos a brindarlo. Ella y él se encontraron esa tarde en la encrucijada al final de la avenida de la soledad por la que ambos conducían en sentido opuesto el uno del otro, sin pensar en cruzarse.
    Destino y providencia, razón y motivo que se hicieron excusa, la excusa necesaria. ¡Ya se verá —pensaban ambos— dejemos que el licor surta efecto, por ahora solo miradas complacientes y cómplices sonrisas... pero ya se verá!
    Se escucha la música al fondo de la estancia —¡Coño, qué lástima que no tenga con quien bailar!, dijo él y los presentes rieron al unísono por la ocurrencia, a sabiendas que efectivamente sí había con quien hacerlo, precisamente con ella. Todos la miraban, esperaban su reacción incluyéndolo a él, por supuesto. —¡Sácala a bailar!, dijo alguien, a lo que ella responde gesticulando negativamente con la cabeza; tenía que esperar un poco, —pensaba— tan solo esperar un poco más para no hacer evidente lo que ya se entendía como evidente. La excusa para llegar a la acción parecía desvanecerse, ¿Qué hacer? (de nuevo la eterna pregunta).
    Las risas, la charla, las horas continuaban su curso para lo demás, pero para ellos el tiempo parecía suspenderse, eran las miradas las que sonreían, las que hablaban, las que marcaban el compás de las horas y las que, de madrugada, consintieron el ansiado beso. Ya todo estaba hecho; los presentes reían al saberse testigos de ese primer beso, el que dió inicio a una nueva historia de amor, a un nuevo viaje con rumbo a lo desconocido. La música al fondo de la estancia había cesado.
    Lo demás, lo sucesivo, formará parte de otra historia o quizá, conformará la excusa necesaria para escribir un nuevo capítulo de esta.

    Continuará...
    A Guadalupe Cisneros-Villa le gusta esto.
  3. "Un humilde regalo" tituló la poetisa y gran amiga
    Guadalupe Cisneros Villa
    el correo a través del cual me hizo llegar
    este hermoso acróstico el día 25/2/2021.
    Lo recibí con toda la humildad de un corazón agradecido
    de su amistad y consideración.


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    "En noches como esta noche"
    Manuel Bast

    Como esa noche ...

    Manojos de ventanas se deshacen
    ante cuerpos desnudos de las sombras,
    nada sobre la yema de los dedos
    un gris reciente y moja sus labios
    en la acera, los pozos izquierdos
    lamen los nombres lentos de los soles,
    las noches sin épocas viajen en el tren
    entre zanjas de barro, mariposas
    una por una vuelven con canciones,
    no merecemos sueños en panales
    andan los ruegos como olas sin rostro
    manojos de los vientos que nos hacen señas.
    A Guadalupe Cisneros-Villa le gusta esto.
  4. ACRÓSTICO
    DE LA GENTIL PLUMA
    DEL MAESTRO MARAMIN

    17/3/2021

    Mucho aprecio tu estancia en el portal
    Aportando excelencia en tus poemas,
    Nos dejas gran placer en todos temas
    Urdidos por tu musa que es genial.
    Emites comentarios en social
    Libranza llena de amabilidad,
    Buena muestra de sensibilidad.
    Admirables tus décimas jocosas
    Sabiendo en "Más Madera" dejar rosas.
    Te dejo aquí un aplauso de verdad.


    Muchas gracias poeta, muchas gracias.
  5. [​IMG]
    POEMA RECOMENDADO
    MUNDOPOESIA.COM
    1/4/2021

    "Siempre seremos
    los últimos en morir"
    - Anónimo -

    ¡Cállate!, guarda silencio
    mi hoz está sobre tu almohada
    ¡calla!, no pienses,
    no intentes suplicar por que pase esta copa,
    el penúltimo hombre ya ha muerto,
    murió para que tú vivieras, al menos, hasta hoy;
    espero por ti desde el año sesenta y ocho,
    aguardo por ti,
    en tus refugios y en tus tormentas.

    Acuéstate, sosiégate,
    eres el último hombre y se marcó tu suerte.
    duerme un poco.
    ¿No puedes? ¡ah!, entiendo...
    ¿los demonios de tu conciencia no lo permiten?,
    no tienen porqué hacerlo,
    si siempre han sido tus mismos demonios,
    claro, se han travestido en ángeles,
    pero son los mismos demonios:
    Adriel, Kesef, Azrael,
    suplicio, agonía... muerte
    no puedes revertir el orden.
    ¡Grita, laméntate, llora!,
    ¡suplica, agoniza... muere!
    ellos saben de tu cobardía
    pero como tú, carecen de sentimientos.

    Te aconsejo que crees y que creas,
    crea una mentira y cree en ella,
    cree que existe el paraíso, créalo bajo la tierra,
    cree que vivirás eternamente en el edén...
    créalo en tu sepulcro.

    Cree en todas tus mentiras justo antes de ver mi hoz,
    ¡Adiós último hombre, ya es tarde, adiós!,
    La almohada espera.

  6. [​IMG]
    RECONOCIMIENTO DESTACADO
    POÉTICA CLÁSICA
    Poema seleccionado
    por el Jurado de Mundopoesia.com
    29 de Marzo del 2021

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    Deleitándome en la magia de tus aguas
    establezco relaciones ancestrales
    con la orilla donde duermen las piraguas,
    con la bora que alimenta tus caudales.

    Es mi sangre que recorre tus arenas,
    es mi pecho que recorre zigzagueante
    tus recodos, tus arterias y tus venas
    en la garza que te vuela delirante.

    En el fondo de tus aguas soy tonino,
    en los bosques que bordeas soy el puma,
    soy tu indígena, llanero y campesino
    que sediento toma en ti con su totuma.

    ¡Río Arauca majestuoso, quién pudiera!
    ser un lirio y renacer de tu simiente,
    ser gabán y hacer un nido de tu estera,
    ser un caño y perpetuarse con tu afluente.
  7. [​IMG]

    Una alfombra oscura viste la soledad de la calle y hace tropezar mis pasos en las aceras que la bordean, consumo mi temor y sigo, allí aparece, en mis pensamientos, en mis sueños, en mi memoria inactiva. Una casa con un hermoso frente de piedra a la mitad de las paredes, la otra mitad, superior, vestida del blanco de la tiza, al contraste, un portón negro con columnas de piedra, dos ventanas de cristal y un puerta entreabierta, a través de esas ventanas y de esa puerta se ve su interior, allí hay luz y vida.
    Oigo movimientos que no logro definir, ¿niños corriendo?, ¿música? no sé, no logro describirlo, ni en ese momento ni en este, en que plasmo el recuerdo sobre las hojas de mi diario; pero es vida y está a solo un paso de esta calle de ausencia desde la cual observo apertrechado.
    Es una lástima que no pueda acceder a ella —me dije— sería prudente dejar de mirar desde este sitio, trato de hacerlo, debo hacerlo, pero quiero ver, quiero entrar a esa casa de luz y me encamino a su puerta. Allí está ella, la que fue y ya no es, la que existió y ya no existe. Hoy me pregunto: ¿cómo pudo salir de su tumba?, ¿cómo pudo vestir ropas que no están en su armario, que las regalé cuando ella dejó de ser?, ¿cómo se hizo de todo cuanto perdió al partir: una chaqueta negra, un pantalón oscuro, una sonrisa, unos labios pintados de carmesí, un cabello azabache, ondulado, abundante y bien cuidado, y una sonrisa, sobre todo una sonrisa?
    Me interrumpe el pensamiento esa sonrisa y con la voz que calló hace mucho, altiva y autoritaria, me pregunta: ¿qué haces aquí?, no respondo, solo observo y callo, dice otras mil palabras, hace otras mil preguntas: ¿hiciste esto, hiciste aquello? no recuerdo con exactitud, no le presté atención a su voz,solo a su rostro, a su cuerpo, a sus ropas y a su sonrisa.
    En un último momento me dice que no debo estar allí, ¿y dónde debo estar?, ¿cuál es mi sitio, cuál el de ella? Ambos estamos a las puertas de la casa pero ambos estamos fuera de ella, en las sombras, desde allí observamos un hermoso frente de piedra a la mitad de las paredes, vemos de cerca las dos ventanas de cristal y la puerta entreabierta, vemos y sentimos la luz y vida, pero estamos fuera de ella, en las sombras, sobre la alfombra oscura que viste la soledad de la calle.
    A Guadalupe Cisneros-Villa y malco les gusta esto.
  8. [​IMG]

    Enfermo corazón ¿Qué hago contigo?
    estás en mi razón, ya no me excluyas,
    las penas que pensaste solo tuyas,
    compártelas, ¡por Dios!, también conmigo.

    Mi aliento y tus latidos son testigo,
    no entiendo corazón que ya no intuyas
    que al palpitar silente me destruyas,
    que tú eres lo que soy, que soy tu amigo.

    Un órgano vital, mi compañía,
    que vives en mi ser, que me compensas,
    eso eres corazón de mi tormento.

    Te invito a platicar por un momento,
    explica por favor qué es lo que piensas
    quizás la pena tuya se haga mía.

    ¿Has muerto en mi agonía?
    Entiendo corazón… ¡Cuánto lo siento!
    A Guadalupe Cisneros-Villa, Anamer y malco les gusta esto.
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    Poema Ganador
    Concurso-Homenaje a la poesía y figura
    de Don Antonio Machado

    7 de Marzo del 2021

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    Don Antonio Machado

    (Sevilla, España 26/7/1875 - Colliure, Francia 22/2/1939)


    La nada se hizo dueña de su vida
    abriendo aquel enero
    la puerta al laberinto sin salida,
    al olmo seco, al yerto limonero.

    Atrás queda el terruño y sus raíces,
    Guiomar y cuanto más quisiera,
    tan solo trae de España cicatrices
    que cruzan con su aljaba la frontera.

    Cenceño y retostado, taciturno,
    afronta en paz su aciago pervigilio
    envuelto en un febril manto nocturno.

    ¡Oh sueño agonizante, sin concilio!;
    si en la pensión francesa no hay balcones,
    ¿a dónde asomarán sus ilusiones?

    ¡El huerto de Ronsard se desvanece
    y el niño herido, en su pensar, fenece!
    Es todo su equipaje una camisa
    y un maletín de adioses y de olvido;
    su cuerpo ha de vestirse de ceniza
    un miércoles cenizo inmerecido.
    ¡Papel desvencijado por lo adverso,
    te has hecho codicilo de su verso!,
    confió a tu piel un sol; el de su infancia,
    y el declinar azul de aquella tarde
    que se enrumbó a la Francia,
    absorto y tremulante, sin auxilio,
    dejando atrás los campos de Castilla,
    dejando atrás su idilio.
    —¿¡Antonio, queda mucho hasta Sevilla!?
    —¡No madre, solo a un paso… del exilio!

    A Guadalupe Cisneros-Villa, Anamer y malco les gusta esto.
  10. [​IMG]

    D
    ormir, tan solo dormir, dormir sin soñar, dormir y no despertar, eso quiere, eso pide.
    El día ha sido largo, se acompasaron sus horas con una aciaga noticia, una parte de su corazón, su otra mitad, su complemento físico y espiritual había librado el último pleito de su existencia, había surcado el último trayecto en el camino de su vida, poco se pudo hacer, ¿Pedir a Dios?, eso no rindió los resultados que su alma ansiaba, en realidad nada valió, nada sirvió, pudo más Azrael que Jesucristo, pudo más la hoz que la biblia, pudo más la muerte, pudo mucho más la muerte.
    ¿Qué puede pedir si no dormir?, ¿A quién se puede pedir volver atrás?, ¿Existe un ente superior que oiga y que atienda sus súplicas?, científicamente está demostrado que no es así, no existe ningún ente, ningún ser con el suficiente poder para alejar la muerte, aún así creemos que existe, o como en su caso, creyeron que existía. Creyeron, pidieron, rogaron, suplicaron, oraron y fallaron, o quizá resulte mejor decir, les falló otro, falló Dios, el Dios bíblico, omnipotente creador y dador de vida, Dios les falló.
    El perdió, ella perdió, ella perdió mucho, perdió todo, perdió la vida; pero el Dios en quien confiaron sus destinos también perdió, perdió un alma que más le servía viva que errante, perdió otra alma, la de él, ahora apóstata, ¿Quién entonces dará el testimonio del "Dios bueno"? En fin, perdieron todos.
    Ya han retirado el cuerpo de la habitación en que vio sosegado el último rayo del sol declinando en la tarde, en que vio la luna afirmarse como dueña absoluta de la noche, como reina en el trono de la oscuridad.
    Ya firmó los últimos documentos donde se deja constancia de que la vida poco o nada vale, que el esfuerzo por el estudio y el trabajo, que el anhelo por superarse no tienen la mayor importancia, ya firmó el documento en que se le otorga el título de "difunta" a esa parte de su alma. Ya solo queda en él una vida a la mitad, sin complemento físico, solo quedó, solo él y su recuerdo, el recuerdo de una vida que creyó, pidió, rogó, suplicó, oró y feneció.
    Sale al balcón en compañía de la última alma benefactora que sintió en sus manos apagarse el pulso de su existencia, allí, en el frío de la noche, viendo dormir esa parte de la ciudad que se dibuja entre las sombras sacó su cajetilla de cigarrillos y le ofreció a su acompañante.
    Fumaron en silencio hasta que, —en un último momento— ese silencio se rompe con sus palabras, echadas a la deriva, echadas a las sombras de la ciudad, ¡Qué buena vaina, tanto joderse, tanto luchar, tanto rogar... todo se ha ido a la mierda! Su acompañante —que desconocía ese, su dialecto vulgar discretamente ocultado durante todos estos meses— escuchó en silencio, no se vieron, solo vieron las sombras de la ciudad. Se apagan los cigarrillos y es allí que, expulsando la última bocanada de humo la benefactora le responde: ¡así es la vida!.
    Volvieron sin verse, ella al puesto de enfermería, él a la habitación de su soledad, ya hace rato que la mitad de su vida descansa en los sótanos de ese hospital, en una fría cava de la morgue, tan fría como esa última y aciaga noche.
    Se recuesta sobre la cama vacía, cierra los ojos y se pregunta: ¿dónde está Dios?, no hay respuesta, solo un leve dolor y esa necesidad de dormir, tan solo dormir, dormir sin soñar, dormir y no despertar.
    A Anamer, -N--, JCRendon. y 1 persona más les gusta esto.
  11. Y así marchan,
    sin decir adiós,
    el cuerpo a la tierra,
    el espiritu al cielo
    y el alma al eterno sueño.
    Así, sin más,
    el cuerpo se hace tierra,
    el espiritu se hace brisa
    y el alma se hace duelo.

    Cuerpos de nuestro cuerpo
    se hacen quienes ya se fueron.
  12. A tu memoria, Mili
    01/04/1968 - 06/04/2017


    Te fuiste primero de esta fantasía que se llama vida,
    pero espérame tantito y te alcanzo,
    porque sabes amor
    que este camino a la eternidad
    lo hemos de transitar juntos.
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    Segundo lugar
    en el Certamen de Poesía
    "Día de San Valentín 2021"

    23 de Febrero del 2021

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    En noches como esta noche,
    Cupido cumple el deseo
    de novios, que enamorados,
    sueñan romances despiertos
    y en bosques de versos plasman
    corazones de ciruelos
    con la tinta de las hadas
    en papiros de los elfos.
    ¡En noches como esta noche,
    del catorce de febrero!

    En noches como esta noche
    la luna se viste en versos
    y los esposos a solas
    se van desvistiendo en ellos
    con la pasión del pasado
    entre balanzas del tiempo;
    festejarán en su alcoba
    que viven su juramento.
    ¡En noches como esta noche,
    renuevan votos y sueños!

    Empero es esta la noche
    en que otros lloran por dentro
    por un alma que, hecha brisa,
    se difuminó en el cielo;
    por un cuerpo que, apacible,
    adormita entre los cedros
    con sus ojitos cerrados
    y sus recuerdos abiertos.
    ¡En noches como esta noche,
    los viudos visten de negro!

  14. EN EL MONTE CALVARIO, es un poema compuesto por mi difunta madre en el año 1980, fué ella una apasionada de la poesía cristiana de formación autodidacta, una noble y entregada cristiana evangélica hasta el ultimo día de su vida ya muy anciana. Ninguno de sus trabajos fué publicado en su momento.
    Honrando su recuerdo y su memoria mi hermana Conchita Mora lo editó y publicó hace poco en el portal Poemas del Alma y yo, uniéndome a ese sencillo pero merecido tributo, me permito colgarlo en mi blog, con el permiso de todos ustedes.





    Una noche tuve un sueño tan triste,
    que me conmovió,
    soñé que tocaban a mi puerta y corrí a abrir
    y era una niña que me dijo así:


    ¡Anda, corre, que van a crucificar al Rey de los Judíos,
    el que se dice ser el Hijo de Dios!
    y yo, con mórbido placer y fuera de mí, corrí…
    corrí con el único propósito de verlo sufrir,


    pero al ver su rostro triste y lleno de aflicción
    y por sus santas sienes cayendo,
    como hilos de rojo carmesí,
    la santa sangre de nuestro redentor,
    caí a sus pies arrepentida y sumida en el dolor,
    de un dolor sin límites y sin comparación.

    Y en el Monte Calvario,
    testigo silencioso de afrenta y de dolor,
    oré por las almas, ¡que obtengan perdón!
    oré por los justos y por los que no son,
    por el anciano, por el niño, por el asesino… por el ladrón,
    porque todos somos criaturas de Dios.


    Vi cuando lo crucificaban,
    clavaban sus manos y sus pies y abrían su costado,
    y en medio de su tormento decía: “Tengo sed”
    y en vez de darle agua le dieron a tomar vinagre y hiel.


    Allí, mirando tristemente a la turba enfurecida,
    clamaba a su Padre: “No saben lo que hacen, perdónalos Señor”
    mientras al pie de la cruz los viles soldados
    echaban a la suerte sus ropas sin compasión.


    En ese mismo instante el cielo se oscureció,
    la tierra se tiñó de un rojo carmesí,
    de la inocente sangre que se acababa de esparcir.


    El cielo y la tierra se estremecieron
    y en un gran estruendo quisieron gritar:
    “Ha muerto el Mesías, el Hijo de Dios”.


    Tan solo allí volví de mi sueño y ya no era yo,
    ya en mi corazón había obrado Jesucristo
    ¡Nuestro Señor!


    AUTORIA: Delia Mora Pascuas
    EDICION: Conchita Mora
    Venezuela
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